23 de abril de 2015

Pedacitos de cielo

Distraidas, tus manos delineando el cielo. El viento, el pasto. La primavera que emana de tus ojos. Hay límites definidos, hay límites difusos; nubes borrosas y bien formadas. Tú y yo pertenecemos a la incertidumbre, a lo efímero de una tarde mirando el cielo. Son las 5 y luego anochecerá. Y volverá a amanecer. Desaparecerás y luego, tras una suma aleatoria de días me escribirás una carta de pocas palabras. Yo, ya me conoces, soñaré con esa carta, ese pedazo de papel casi silencioso que se transforma en un largo poema. 


Soñaré con el cielo más despejado en la historia de esta ciudad. Sin contaminación, sin edificios altos, y brillantes, sin ruido ensordecedor. El cielo completo, intenso. Certero..... infinito.

Pero despertaré antes de tiempo, en la madrugada de una ciudad que no descansa. De vez en cuando un carro a alta velocidad, un avión que aterriza... y otro y otro. Esa lucha tonta que hemos emprendido contra la noche: las calles iluminadas, las casas iluminadas, los coches iluminados. La noche no existe, para verla uno tiene que cerrar los ojos. No queda de otra. Luego comienzan a cantar los pájaros y descubro en mi garganta todas esas palabras que no dices y que solo encuentro en el sueño. 



Pedacitos de cielo, de palabras, de noche, de amor. Los voy tejiendo, los voy guardando. Me visto con ellos para vivir en esta mi casa, mi ciudad...