Nos reimos de la vida, ¿qué otra cosa podríamos hacer? Cuando las cosas marchan mal me pongo las alas que me tejiste y vuelo entre los árboles. Me gusta visitar la ventana de el viejtito que toca el violín... escucho su nostaligia y se me llenan los ojos de lágrimas. La ventana de la señora que se despierta antes que todo mundo es mucho más alegre... el olor de los postres que cocina por las tardes me llena el alma. El único lugar que no me gusta visitar es la que era tu ventana. Desde que te fuiste tu recuerdo se cubrió con telarañas. La oscuridad de tu cuarto me asusta, el frio del cristal me lastima.... no puedo dejar de preguntarme ¿cuándo es que volverás?
23 de octubre de 2011
17 de octubre de 2011
A la orilla del mar
Esa mujer que se pasaba las tardes mirando hacia el cielo, ¿cómo describirla? Era evidente que había sido muy bonita en su juventud, pero las canas que cubrían su largo cabello y las arrugas de su cara denotaban los años que había vivido entre edificios y calles urbanas. Todos la conocíamos, todos la saludábamos. Era divertido tener a una loca en el barrio.
Una tarde, mientras regresaba de un largo día en la escuela, la encontré sentada en una banca, mirando cómo atardecía. Me acerqué lentamente y me senté a su lado.
-¿Sabes qué se siente volar?- preguntó en voz baja. Yo negué con la cabeza.-Yo tampoco, pero muy pronto lo sabré: iré a la orilla del mar a través de las nubes.
-¿Es que no te gusta la ciudad?- busqué su mirada pero estaba posada en el horizonte.
-El tiempo pasa tan rápido que casi no lo vemos, entonces intentamos alcanzarlo. Así es que vivimos la misma rutina todos los días, todas las semanas, por varios años. Estamos tan absortos en nuestro pequeño mundo que cuando despertamos, descubrimos que nuestras piernas están enraizadas al suelo y por más que luchemos jamás podremos despegarlas. Es por esa razón que en un día despejado debemos mirar al cielo, respirar profundamente y volar… ser parte del viento, extender nuestras alas y ser libres.
Ella acarició mi cara con delicadeza. Comencé a llorar. ¿Por qué sus palabras habían atravesado mi alma? ¿hacía cuánto tiempo me habían crecido raíces? ¿no era aún demasiado tarde?
Sentada a un lado de mí se encontraba la mujer a la que había llamado loca desde que tenía memoria. La miré fijamente y no pude creer lo hermosa que se veía; sus canas blancas estaban cubiertas por los últimos rayos del sol, sus ojos llorosos estaban llenos de esperanza, mientras la falda de su vestido se movía al compás del viento. De pronto, al verla, mi alma se llenó de paz.
-No llores hija mía- dijo abrazándome.- No olvides que la tierra no es el único lugar en donde el hombre puede ser feliz.
Al día siguiente todos hablaban de lo mismo: la mujer que miraba al cielo había desaparecido.
-Quizá volverá pronto- dijo mi madre. –Después de todo, ella ha vivido toda su vida en este lugar.
Yo sabía que no, ella jamás volvería. Yo sabía que en esos momentos ella estaría lejos, a la orilla del mar.
Una tarde, mientras regresaba de un largo día en la escuela, la encontré sentada en una banca, mirando cómo atardecía. Me acerqué lentamente y me senté a su lado.
-¿Sabes qué se siente volar?- preguntó en voz baja. Yo negué con la cabeza.-Yo tampoco, pero muy pronto lo sabré: iré a la orilla del mar a través de las nubes.
-¿Es que no te gusta la ciudad?- busqué su mirada pero estaba posada en el horizonte.
-El tiempo pasa tan rápido que casi no lo vemos, entonces intentamos alcanzarlo. Así es que vivimos la misma rutina todos los días, todas las semanas, por varios años. Estamos tan absortos en nuestro pequeño mundo que cuando despertamos, descubrimos que nuestras piernas están enraizadas al suelo y por más que luchemos jamás podremos despegarlas. Es por esa razón que en un día despejado debemos mirar al cielo, respirar profundamente y volar… ser parte del viento, extender nuestras alas y ser libres.
Ella acarició mi cara con delicadeza. Comencé a llorar. ¿Por qué sus palabras habían atravesado mi alma? ¿hacía cuánto tiempo me habían crecido raíces? ¿no era aún demasiado tarde?
Sentada a un lado de mí se encontraba la mujer a la que había llamado loca desde que tenía memoria. La miré fijamente y no pude creer lo hermosa que se veía; sus canas blancas estaban cubiertas por los últimos rayos del sol, sus ojos llorosos estaban llenos de esperanza, mientras la falda de su vestido se movía al compás del viento. De pronto, al verla, mi alma se llenó de paz.
-No llores hija mía- dijo abrazándome.- No olvides que la tierra no es el único lugar en donde el hombre puede ser feliz.
Al día siguiente todos hablaban de lo mismo: la mujer que miraba al cielo había desaparecido.
-Quizá volverá pronto- dijo mi madre. –Después de todo, ella ha vivido toda su vida en este lugar.
Yo sabía que no, ella jamás volvería. Yo sabía que en esos momentos ella estaría lejos, a la orilla del mar.
13 de octubre de 2011
De noche.
Me miras. Tengo un cangrejo en en estómago que se mueve y me hace sentir enamorada, otra vez... mientras tú sigues siendo una imagen lejana. Me invitas a comer... pero no me gustan mucho las mariposas crudas; ¡Qué más da! el amor llegó, démosle la bienvenida.
Quisiera entrar en tu mente y navegar en ese barco de papel, aunque siéndote sincera, no soy muy buena en la papiroflexia. Puedo recolectar luciérnagas en la noche y puedo sembrar y hacer crecer las flores más bellas, además sé hablar con los árboles.
Vamos vamos juntos, los dos... antes de que suene el despertador.
10 de octubre de 2011
De vuelta
Me sé la historia de memoria. Soy un electrón y tú eres el maravilloso protón, grande y brillante. Que estoy llena de problemas, que soy tan complicada que no me puedes soportar... y entonces me lastimas por enécima vez. Que vivo en el pasado, y tú vives en un futuro libre de pecado. Ya sé el final de esto y el nuevo principio.
No sé si estas lágrimas son las mismas... o son nuevas. Sólo sé que este amor se está muriendo: lo estás asfixiando.
5 de octubre de 2011
Noche de lluvia
-Eres como el príncipe de la Bella Durmiente.
-¡Claro! Valiente, guapo y un excelente besador ¿cierto?
-No, cariño. Eres como él porque te conocí en un sueño.
3 de octubre de 2011
Dos más tres cinco y la realidad tiene sus restricciones
De pronto empiezan las frases tan trilladas que antes de ser pronunciadas ya sé que serán dichas "la esperanza es lo último que muere" Dímelo a mí, que debo luchar con esta esperanza loca... aunque, debo admitir, gracias a experiencias pasadas, no me resultó tan difícil amordazarla y atarle las manos. El día en que toda esta tormenta termine la dejaré ir.. pero no antes.
Nunca será fácil, pero lo que no te mata te hace más fuerte (otra frase trillada un poco al tema).
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