7 de agosto de 2016

Primera primavera


Lo recuerdo como su hubiera pasado mucho tiempo, Ana. Llegaste al final del invierno, como una bocanada de aire fresco en medio de la ciudad. Me reviviste con unas cuantas de tus palabras; respiré como nunca lo había hecho. Al prinicipio fue emocionante redescubrir el cielo, las ramas recién nacidas de los árboles, tus ojos. Pero a los demonios que viven conmigo no les gustó la luz del sol ni el canto de los pajaros y comenzaron a atormentarme, jugando en las tinieblas de mis pesadillas. Me encontré a mí mismo divagando en un mundo diferente. Confundido entre el blanco de tu alma y el negro de mi interior, me enamoré. 

Decidí abrir mi alma para exhibir lo mejor de mí. Te asomaste, me escuchaste (esa tarde, el sol en tu piel) pero siempre mantuviste tu distancia y yo siempre fui acompañado por mis miedos. La primavera terminó; le sucedió el verano, luego el otoño... Desperté del sueño, como tantas veces. Sólo que ahora yo, Carlos,  había conocido lo que hay detrás de la ventana, ya no pude volver atrás. 





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