25 de septiembre de 2016

(a la velocidad de una micro en Tlalpan)

En el mapa del dolor los caminos se desdibujan. Se pierden los nombres de las calles, los puntos de referencia, el norte y el sur. Encuentro alivio al caminar, por eso sigo aunque no tenga un rumbo claro. Voy recordando, voy sintiendo. Los lugares se suceden uno a uno. Qué larga, qué corta es la ciudad sin medidas; solo gente, carros, negocios, perros y el cielo azul atardeciendo. 

Después de un rato (mucho, poco tiempo), van apareciendo espacios de luz que atraen a mis pies cansados. Busco, qué busco. Aquello que no puedo encontrar sino en mí misma. La mezcla de lo que he vivido y lo que no viví. Ella me contiene, yo la imagino: una ciudad que a mis ojos parece triste y cansada. Rota, como la línea del deseo que me guiaba antes de que tú decidieras partir. 
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Dónde, en tu pecho amplio, en el camino de tu espalda, en tu boca de melón. Dónde, en la piel de tus brazos, en el tacto de tu entrepierna, en el calor de tu aliento. Me encuentro (irónicamiente) perdida. Como  viajando en un barco sin mar. A veces toca esperar a ser rescatado, a veces uno es el navegante que busca a un corazón en el mapa. Sin encontrarlo. Ni modo. Estoy ya subida en el barco... ¿alguien quiere ser visitado, en su isla?
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Al final, el camino sigue conduciendo a puerto. Desierto, olvidado. Lo que sucede es que cuando estabas tú lo veía con otros ojos. Me duele pensar que ya nunca desembarcarás aquí, con tu maleta rota y tu sonrisa oculta. No volveremos a beber café de 20 pesos, ni a espantarnos los moscos con cuidado, ni a platicar de nuestros sueños, que de tan grandes a veces nos asusta imaginar. No. Ya no montarás mi bici y yo no iré detrás de ti, dándote microbesos (en el cuello, en tus mejillas, en tus hombros). El puerto quedó vacío, solo quedan unos barcos grises cargados de sueños rotos y pescado fresco. 

Esto también pasará.

Cada que tomo té de lavanda me acuerdo de ti. De tus ojos felices tras la cena, de tu voz perdida relatando viejas historias de amor, del olor de tus axilas, de tu sonrisa tibia al despertar. Vuelvo al recuerdo de tus labios que poco a poco se han vuelto tan familiares que creo saberlos de memoria. En cada momento, en cada lugar. Beso de mañana, beso de despedida, beso de pasión, beso incómodo, beso confundido, beso de cariño (yo no sabía que así se siente el amor; viajar a la velocidad de una micro nocturna en Tlalpan). 

Todo lo guardo en una taza de té de lavanda para que nadie lo pueda encontrar, para que no lo pierda nunca, aunque dejemos de estar juntos.






21 de septiembre de 2016

Tres de la mañana

 14 de junio del dos mil catorce

No puedo dormir. Pienso en ti y en tu maleta. En las cosas, en los recuerdos que te llevas de aquí. En cómo los seleccionaste. Pienso en tus manos en mi cintura, en tu boca presa en mi cuello. En el tiempo que pasa lento, la noche infinita que me separa de ti. En lo mucho que te quiero, en lo poco que siento el sentimiento de vuelta. No quiero sonar fatalista. A veces pienso que estás acostumbrado a esperar, mientras yo quiero vivirlo todo. Otros días más optimistas imagino que me piensas con amor, sólo que no lo expresas. No sé de qué me sirve todo esto que me haces sentir. Tal vez para recordar que estoy viva, que tengo veinte años, que puedo sonreír al pensar en alguien y enojarme porque no es suficiente. Quisiera ir al cine y quedarme dormida en una butaca, comer una rebanada de sandía, conocer nuevas personas, regresar a casa y recibir una carta donde me cuentes que todo va bien, que la vida te gusta, el cielo y mis ojos, aunque tengas que imaginarlos en la lejanía. 

Me gustaría tomar prestados versos de poemas y hablarte con ellos, pero me da miedo que no los entiendas y los tires por la ventana.Todas esas palabras que no dices y que me gustaría escuchar. Mi cabello en tu cara, revuelto, revuelto el mundo, tu mano en mi mano, la luna llena, una torta de chorizo en lugar de una hamburguesa, yo rompiendo tu carro, tú besando mi oreja. Se me acaban las palabras. Mañana vendrán más. Pasa un avión encima de mi colonia mientras todos duermen. Espero que sea domingo para escribir, ya te lo enseñaré. Te mando un beso, póntelo donde quieras. 




20 de septiembre de 2016

Cinco de la mañana

Palabras tristes:
Metro vacío, margaritas, azul, tráfico, distancia, poesía, lágrima, vialidad primaria, olvido, miedo, efímero, insomnio, calle, desodorante, avión, cerveza quemada, adiós, hambre, máscara, muelle, habas.
Palabras felices:
Trolebús, papá, café, sonrisa, poesía, cielo, calle, beso, memoria, ojito, Popotla, azul, flor silvestre, lápiz, Murci, huele de noche, árbol, bicicleta, pulque, botón, sábana, quesadilla, salsa (verde).
 
 

4 de septiembre de 2016

De noche(s)



“Ya dije que las metáforas son peligrosas. El amor empieza por una metáfora. Dicho de otro modo: el amor empieza en el momento en que una mujer inscribe su primera palabra en nuestra memoria poética” Milan Kundera, La insoportable levedad del ser.
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 El límite entre el día y la noche, entre mis pasos y los tuyos (rápidos, seguros). ¿Por qué siento que todo lo veo por primera vez? Las calles del centro que tantas veces he recorrido… me parecen tremendamente bellas. Será el cielo blanco después de llover, será el taco de canasta en mi estómago hambriento, serán tus pasos (rápidos, seguros).

Avanzamos en espiral; laberinto novohispano invadido por transnacionales. Avanzamos a las seis, siete de la tarde, cuando los locales cierran y la gente como hormigas camina al metro. Por un instante el centro parece otro. Debatiéndose entre la vida y la muerte, entre el pasado y el presente, entre el amor y el odio.

El camino nos conduce al final del laberinto: el Templo Mayor. Las palabras que me dices cerquita, al oído, bailan al compás de las campanas de la Catedral. A nuestros pies las ruinas de un pasado acallado, sangre vieja, rota. La otra ciudad que duerme debajo de los edificios barrocos, recuerdo de la guerra que aún persiste en nuestra sangre.

Y ahí, pequeños, estamos los dos; amantes del caos que nos vio nacer. Tú y yo, hechizados por un atardecer blanco (¿ya dije que el cielo era blanco, todo blanco?), por el cúmulo de historias guardadas en el corazón. Sonrío y no alcanzo a decirte todo lo que siento… sólo con un beso (tímido, intermitente, mágico, como tú).

El cielo se mira azul reflejado en un charco. La noche ha vencido y me cubre cuando me abrazas, cuando tomas fuerte mi mano. El laberinto desaparece y queda una ciudad inundada de luces. Blanco y negro. Tú y yo. 

Foto de "La Ciudad de México en el tiempo"