14 de junio del dos mil catorce
No puedo dormir. Pienso en ti y en tu maleta. En las cosas, en los recuerdos que te llevas de aquí. En cómo los seleccionaste. Pienso en tus manos en mi cintura, en tu boca presa en mi cuello. En el tiempo que pasa lento, la noche infinita que me separa de ti. En lo mucho que te quiero, en lo poco que siento el sentimiento de vuelta. No quiero sonar fatalista. A veces pienso que estás acostumbrado a esperar, mientras yo quiero vivirlo todo. Otros días más optimistas imagino que me piensas con amor, sólo que no lo expresas. No sé de qué me sirve todo esto que me haces sentir. Tal vez para recordar que estoy viva, que tengo veinte años, que puedo sonreír al pensar en alguien y enojarme porque no es suficiente. Quisiera ir al cine y quedarme dormida en una butaca, comer una rebanada de sandía, conocer nuevas personas, regresar a casa y recibir una carta donde me cuentes que todo va bien, que la vida te gusta, el cielo y mis ojos, aunque tengas que imaginarlos en la lejanía.
Me gustaría tomar prestados versos de poemas y hablarte con ellos, pero me da miedo que no los entiendas y los tires por la ventana.Todas esas palabras que no dices y que me gustaría escuchar. Mi cabello en tu cara, revuelto, revuelto el mundo, tu mano en mi mano, la luna llena, una torta de chorizo en lugar de una hamburguesa, yo rompiendo tu carro, tú besando mi oreja. Se me acaban las palabras. Mañana vendrán más. Pasa un avión encima de mi colonia mientras todos duermen. Espero que sea domingo para escribir, ya te lo enseñaré. Te mando un beso, póntelo donde quieras.
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