Abro los ojos y ya es invierno. El tiempo se pasó volando en ires y venires a Balderas, noches de trabajo, de aprendizaje. Mensajes de whatsapp que aterrizan el anhelado sueño, la revista que condensa lo que creemos y deseamos. Y el amor... tímidas olas de un mar quieto. Un día me mira en Buenavista, otro día entra de impreviso en la oficina. Sueño con él y no me atrevo a confesarlo porque no quiero perderlo.
El centro, escenario principal de mi acontecer, la Mediateca del CCEMx, el Rule (donde estuvo el zoológico de Moctezuma), la biblioteca México con sus compus infectadas de virus y sus plácidas salas, la Ciudadela, la Alameda, el Mercado 2 de abril. El Zócalo un sábado a las 10:50, la pura vida.
La magia se convierte en cotidiano y yo quiero viajar a todos lados en mi bicicleta. Ojalá no tuviera miedo al atravesar San Pablo en la noche cuando ya no hay puestos y las calles son tomadas por ... no sé. Imagino que narcomenudeo, trata de blancas, hombres hambrientos de sexo.
Mi cabeza es una telaraña y busco en sus ojos el espejo que me ayude a desenredarla. Me abraza la fuerza de sus palabras y sigo. Camino alegre porque con él me duelen las mejillas de tanto reír. Luego los días corren entre periódicos antiguos, llamadas y peticiones que no comprendo. Escucho lo más que puedo, quiero entenderlo todo, no lo logro. Sigo.
Dos veces a la semana el ritmo cambia y puedo ver al cielo atardecer. Salir por ahí, quizá un pulque, quizá una película. No avanzo en mi tesis y eso es como una piedra en el zapato. Pero no me aguito, disfruto hasta que llega el martes y vuelvo a la rutina.
De intercambio navideño quiero un caracol para poder escuchar al mar desde la oficina.
10 de diciembre de 2018
17 de julio de 2018
Futuros y nostalgias, 17 de julio
12:16
El Centro Cultural España es uno de los lugares más completos del Centro. Diría, aventurada, de la ciudad. Subimos los cuatro pisos que separan la planta baja de la mediateca. Después de parar en "Recuerdos del futuro" una exposición temporal sobre memoria y Guerra Civil Española, llegamos: una de las vistas más bonitas de la Catedral.
Nos registramos, dimos un vistazo a los libros. Diseño, arquitectura, literatura, gestión cultural. Qué emoción. Estos días han sido de pensar y pensar y pensar. Baladí acá, baladí allá. Una vez dijo Marissa en clase que cuando tienes un proyecto todo gira alrededor de él: lo desayunas y lo cenas. Creo que algo similar nos está pasando.
15:45
Hambrientos, salimos a buscar qué comer. El Centro es una infinita posibilidad de manjares. Después de reflexionar un rato nos decidimos por una tlayuda. Caminamos a la zona de productos oaxaqueños, cerca de la Santísima Trinidad, y encontramos más gente de lo normal. Será porque son vacaciones, o porque esta es la ciudad del ambulantaje. Qué diferencia a Aguascalientes, ahí sólo encuentras helados en una paletería establecida y no en plena calle (o bueno, eso me contaron).
El lugar que recordaba sencillo ya es un súper comedor oaxaqueño. Cuatro mesas largas de madera albergan a unos 25 comensales que con sus bolsas llenas de compras se dan un descanso para alimentar la tripa. Pedimos una tlayuda con tasajo y chorizo, partida a la mitad. Comenzamos. El saborcito de los frijoles, la salsa verde en su punto y el crujiente de la tortilla gigante nos llenaron el corazón (porque la panza no). Un pedacito de Oaxaca en Ciudad de México.... hasta juntemos plata para ir aunque sea un fin de semana.
16:30
No puedo creer que Beto nunca haya comido capulines.
17:00
Subo a la micro que ha de llevarme a casa. Tranquila, rápida y barata, tiene todo lo que uno desea en el transporte público. Una de las muchas charlas que suceden dentro llama especialmente mi atención. Es un señor de unos 40 y pico que les va contando a sus hijos (una niña de unos 10 y un niño de unos 12 años) sobre los antiguos cines de la zona. Los niños lo escuchan y le preguntan por qué desaparecieron. "Por las nuevas cadenas como Cinemex o Cinépolis". "¿Desde hace cuánto tiempo?", "Tendrá unos 20 o 25 años... Mira, ahí estaba el cine Sonora".
El padre transporta a sus hijos a los años ochenta, las películas que él vio, a las calles donde él anduvo. "Antes era más bonito, y aaaaantes todavía más. A mí me hubiera gustado nacer en 1950". Me da muchísima curiosidad no tanto la nostalgia empedernida del padre como la atenta mirada de los niños... ¿en qué piensan? ¿cómo se imaginan el pasado remoto que son los ochenta en este siglo XXI? ¿Por qué están interesados en los recuerdos de su padre? ¿Estamos condenados a añorar siempre lo que no vivimos?
Se bajaron antes que yo.
Me duelen los pies, creo que caminamos mucho.
21:27
Hacía rato que no escribía. Últimamente he pensado en cómo parece que la escritura no es suficiente para comunicar en este mundo digital. Lo que rifan son las imágenes y los videos. Lo que rifa es saber programar y tener mil ocho mil seguidores en twitter. La era millennial de la comunicación. ¿Cómo nos recordará la gente del futuro?
23 de abril de 2018
Asfalto mojado
Mira qué rápido comenzó la temporada de lluvias. Apenas me estaba acostumbrando a volver a usar huaraches y ahora no puedo porque se me inundan los pies. Ah, pero no te espantes. Hoy no enumeraré los aspectos negativos que conlleva este pequeño diluvio en la ciudad. Me olvidaré de todo y dormiré escuchando el sonido que provocan los coches al avanzar rápido por el asfalto mojado.
En días como hoy te extraño mares. Recuerdo el súper equipo que hacíamos juntos. Tú el de la acción, la ambición, excelente vendedor. Yo, la de la pertinencia, la que lo piensa todo y hasta después se anima a actuar. Equilibrio y contrapeso. El tiempo embellece lo que toca y a mí me da por añorar que estés aquí para echarme porras, o al menos para cocinarme un filete de pescado con chile morita.
***
Soñar trabajando, trabajar soñando. Por más que me esfuerzo no se me ocurren ideas geniales y emprendedoras que me hagan ganar mucho dinero. Eso es lo que importa, ya ves. Me siento cansada. ¿Cómo haces tú para recuperar la esperanza? A mí ya se me olvidó.
22 de marzo de 2018
Breves reflexiones al inicio de la primavera
Ojalá que la distancia que nos separa pudiera ser fácilmente recorrida en bici. Media hora de camino para pasar a saludarte los miércoles por la tarde. Ombligo de semana. Lanzaría piedritas a tu ventana y esperaría pacientemente sentada en la banqueta. ¿Qué se puede hacer en tu barrio? Espero que tenga paletería o una cafetería sencilla o un parque con muchos juegos. Yo no sé por qué pero me relaja ver a los niños subir a las resbaladillas, perseguirse entre ellos y caerse. Un ratito para perderme en tus ojos y luego chao antes de que anochezca porque me da miedo que un auto me atropelle. Claro que con mi casco me siento segura, pero ye ves cuánto loco hay por ahí. ¿Sabes qué sería peor que eso? Morir arrollada pero por un turibus. Con lo mucho que los odio.
Si muriera joven me gustaría tanto que mi memoria fuera guardada por algún sobrino o sobrina. Para que al pasar de los años alguien me ponga una ofrenda en día de muertos y en ella no se olvide de colocar un pedacito de queso con ate. Es lo único que pido. Eso y si no tienen muchas almas a las que alimentar, me gustaría un vasito con leche de búlgaros (los únicos hijos que tuve). Lo malo que mi hermana no quiere ser madre y pues yo veo difícil ser tía. A menos que mis primos me presten a sus hijos como sobrinos, ahí sí que sería feliz.
Cómo me gustaría ser tía. Si lo fuera llevaría a mis sobrinos a Chapultepec para que se pintaran la cara y entraran al Castillo. Seguro que en diez años desde las alturas con tanto esmog no se vería nada. Pero qué emoción subir un cerro en domingo con tanta gente. No es cierto. Increíble que en el siglo XIX una de las mayores preocupaciones era la mortandad de los niños... ¡llegaron a pensar que la Ciudad de México iba a desaparecer! (JAJAJAJA).
Hoy nos preocupamos porque esta ciudad ya no da para más, o eso creemos. Ya se va a acabar el agua, ya nos chingamos los ríos y los animales, el horizonte y el aire limpio. Y somos más y más y más. Hasta que esto colapse o hasta que pase el tiempo y los hombres y mujeres del futuro se rían de nuestros miedos apocalípticos. Porque sí algo he concluido con todas las reflexiones que he tenido en estos días, es que no somos nada; apenas una pequeña existencia en el tiempo. Salvo que, como me dijo Gessén, el mundo se acabe en 300 años. Ahh no, perdón, el mundo no, los humanos. Sí, el planeta Tierra seguirá enfriándose y de nosotros quedarán todas las cosas de plástico que fabricamos y que no se van a deshacer en mucho tiempo.
Ojalá que viviéramos más cerquita para recordarte cada que pueda que por favor, cuando programes un robot, lo bloquees para que nunca se revele contra los humanos.
Gracias.
29 de enero de 2018
Please keep me in mind
¿Cuántas veces nos hemos encontrado aquí, en el punto sin retorno? En el querernos pero a destiempo. Una vez tú, otra vez yo; nunca los dos juntos. O sí, pero no por entero. O sí, pero sin querer aceptarlo. Cuántas cuadras han avanzado estos pasos deseosos de besarnos debajo de una marquesina mientras afuera llueve y se mojan nuestros pies. Viajando en una micro que atraviesa un desnivel, todo se oscurece y ahí quedamos los dos... aún no tomamos el primer pulque y ya estamos borrachos.
***
Son las ocho de la noche en el centro y sentados en una mesa de metal de un bar barato, platicamos y reímos. Quiero guardar este momento en lo más profundo de mi memoria. La gente, la música, tus manos. Calles viejas, sueños frescos. Si tomara una foto sería inútil; más tarde me robarán mi celular, o lo perderé en el metro Isabel la Católica, o mi disco duro explotará y ahí muere. Ahí murió: tú diciendo que no se puede. Yo escondiéndome de ti.
Pero luego volvemos, como cortar mantequilla, fácil. Volvemos a cantar y me pregunto si esto tiene un final. Si revivió o sigue muerto. Si recuperaré las fotos que se perdieron, los archivos del 2016. Si tendríamos un futuro juntos.... Si te hago más daño que bien.
***
Nos reencontramos en el punto sin retorno. Viejos conocidos. No sabemos qué decir, ni hacia dónde caminar. Qué bonitas son las fuentes de Tlaxcoaque. De día y de noche. Ojalá que no hiciera frío y tuvieramos el atrevimiento de los quince años para mojarnos en ellas. Hoy, después de un año, lo único que puedo volver a decir es: please, keep me in mind.
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