Decenas de cabecitas blancas (unas que eran blancas pero ahora, gracias a un tinte, son rojas, negras, castañas.. y rubias) moviendose al compás de un viejo danzón. La plaza está alegre, la gente sonríe como nunca; es un buen día para romper la rutina, para ponerse ese vestido morado que ha esperado tanto tiempo, ese sombrero verde con una pluma azul, para maquillarse, para sentirse joven otra vez.
La música se acaba; "Un fuerte aplauzo [...] y así damos por terminado nuestro festival de hoy".
Se escuchan a lo lejos lamentos, pero no demasiados; los protagonistas de este baile están acostumbrados a las despedidas, a los finales tristes... así que (después de despedirse) olas de bailarines y bailarinas se desplazan hacia todas direcciónes: atraviezan el puente ("menos mal que son de rampita y no de escalones"), caminan hacia su casa, y otros más esperan en la parada al RTP, para viajar gratuitamente (cortesía del gobierno) y, con un poco de suerte, sentados ("en estos tiempos ya nadie le da el lugar a uno").
Yo me mezclo entre ellos, quiero sentir un poco de su nostalgia, quiero saber qué piensan, qué recuerdan, qué han olvidado... mientras a lo lejos se lee un grande cartel: "Feliz día del abuelo"
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