Abrí los ojos, tenía la sensación lejana de tenerlo a mi lado. No sabía dónde estaba, me dolía el abdomen... todo era rojo; el sol estaba por morir. Una tarde cualquiera, música en la calle, la gente viajando en el transporte público con ansias de llegar pronto a casa y yo, caminando hacia ningún lugar.
Después de un rato no pude seguir, sentía que el corazón me palpitaba inútilmente. Paré y miré hacia atrás: las luces de las casas se comenzaban a prender, la gente caminaba sin miedo a la oscuridad porque ellas mismas irradiaban calor. Yo estaba fría, fría, fría... pensando en ÉL y con su recuerdo vino también ELLA y su risa sarcástica, sus dientes afilados... ella que me quitó la esperanza de ser feliz (cuando lo tomó de la mano y se lo llevó para siempre, ¡Oh, amor, ¿por qué me olvidaste?).
Sonreí y cerré los ojos, qué fortuna poder morir junto con el sol.
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