Siempre me gustaron tus dedos. La forma en que los movías para contar el tiempo sobre la mesa: uno, dos, tres, cuatro... (el pulgar no). Tus uñas jamás mordidas me rompían el corazón. ¿A cuántas más enamoraste así? Es todo lo que queda en mi memoria. Ni tu voz, ni tu cara, ni tus brazos abrazándome.
Desperté casi llorando. Ya no importa el dónde ni el cuándo. Todo está mojado y tú estás aquí. Hay días en que me da por recordar...
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