1 de abril de 2017

Agua de Piña

De todas las cosas que me enseñaste, hoy apliqué la de viajar en los camiones morados de Tlalpan. Si no lo hubiese sabido, habría subido en la primera micro. Es que los camiones morados son súper rápidos, incluso más que el mismo metro. Qué bien se siente atravesar la ciudad de sur a centro casi volando; una efímera libertad de lunes a medio día. Suena una canción conocida en el radio y (tal como ese sábado por la noche camino a Chabacano) no puedo dejar de cantar.
Esta vez sí llegaré a tiempo.

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¿Cómo acabamos aquí, en las escaleras de un edificio viejo sobre Izazaga a las 9 de la noche? Puedo hacer la reconstrucción de los hechos. Primero la delegación Cuauhtémoc, luego Puente de Alvarado (oscuridad, prostitutas), Hidalgo iluminado de puestos ambulantes, la Alameda fresa y los antros que la rodean, el nuevo reloj de la Torre Latinoamericana, Madero (sin comentarios), 5 de febrero, Regina, (breve parada para beber mezcal cortesía del Museo Casa Indómita), Isabel la Católica hacia el sur... un puesto de tamales ("Si no le gustan, no me pagan", "¿Y si me gustaron más o menos?", "Ah, ahí no aplica").

Entramos al Seven Eleven y compramos un café-capuchino. Hacía un montón que no tomaba uno... desde que estaba en la secu y no sabía qué era el café de verdad (creo que sigo sin saberlo). Finalmente nos sentamos en las antes mencionadas escaleras viejas a beber el café-azúcar mientras miramos los coches pasar.

Suerte que existen pasos vagabundos con quién compartir la cotidiana poesía de la noche.

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En una fondita de la colonia Guerrero descubrí que los miedos se disuelven bien en agua de piña. Entra un hombre con guitarra y comienza a cantar... "No, I won't be afraid just as long as you stand, stand by me".

Paisaje de la Urbe, Carlos Mérida


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