14 de diciembre de 2015

Dos cervezas

¿Cuánto es mucho?

Once días, catorce escalones, diez kilómetros, seis tacos, una entrega, cuatro vasos de pulque, dieciseis estaciones de metro, veintiocho minutos con los ojos cerrados, tres horas de viaje, quince cuartillas, treinta y dos aviones por hora, siete besos, cinco bocadillos.

Cuántos metros, cuántas caricias... ¿cuántos "te quiero" es mucho?

Santa Anita, contigo.


21 de noviembre de 2015

La promesa del mar

21 de noviembre 2014

El día se va acabando y las luces prendiendo. ¿Cómo le hace un avión para aterrizar en un mar de montañas? 

Por entre las nubes, una ranura donde se escapa el atardecer. Naranja, rojo. Comienza y se acaba. Todo sucede así, empezar desde cero, encontrarse con los propios fantasmas, platicar un rato con ellos, enfrentarlos después. Lo que he aprendido es eso: siempre hay tiempo para intentarlo. Nunca es demasiado tarde. Saberse equivocado no lo logra cualquiera. Sin lastimarse, sin recriminarse, con la fuerza necesaria para cambiar lo que se está haciendo mal.

¿Nos volveremos a encontrar un día? ¿En Bogotá, en Manizales, en la Ciudad de México?



¿Qué hay detrás de tanta montaña? La promesa del mar.

11 de noviembre de 2015

Pa pa pa pa eu eo

El beso más lento de la historia. Juegas a las escondidillas, queriendo encontrarme. Me escondo en una canción cualquiera, en un lugar al azar de esta maraña de calles que decimos conocer de siempre. Se hizo de noche ya, y apenas me he dejado encontrar. Ahí, despeinada y con botas de montaña. Ahí, con palabras azules, como el cielo recién nocturno, en los labios. 

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Cuando el día está clarito, todo lo veo bello. La cara de las personas, las hojas de los árboles...  los carros que circulan por la universidad. Miro ansiosa por la ventana. El paisaje es tan lindo que no importa que el cristal esté lleno de tierra. Porque el sol lo atravieza todo: las cortinas, las puertas, incluso los corazones enmarañados. 
P.D. No tardes en llegar.

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- ¿Cuándo nos volveremos a ver?
- Cuando quieras. Puede ser mañana, en una semana... o todo el mes que viene.




23 de octubre de 2015

Reflejos

En tu abrazo grande me siento como un valle rodeado de montañas un poco verdes, un poco azules. Cierro los ojos y siento la claridad de un lago transparente, de una ciudad pequeña.

¿Por qué este espejo de agua me atrae de tal forma? Nunca lo he visto y siento que lo conozco de siempre. Tan distinto al lugar en que crecí, como distintos tú y yo.... Nos situamos en un mapa de recuerdos viejos casi extintos que siguen respirando. ¿Cómo, quién nos enseñó a recordar lo que no vivimos? ¿Desde cuándo caminamos las calles con el cariño ausente de los otros millones de pasos? 

"Ya puedes abrir los ojos" dices y acto seguido me encuentro con él: grande, perfecto, entrañable... 

José Ma Velasco, Valle de México desde el Cerro de Santa Isabel

19 de septiembre de 2015

De tu ciudad a la mía

"... y sólo al cerrar yo los ojos, en cada parpadeo te veo. "


Suerte que vendrás. Suerte que es septiembre: el verano está terminando y hay tunas frescas en todos los mercados. Suerte que por fin la conocerás: esta ciudad loca que llevo conmigo a todo lugar al que voy. Las calles encharcadas después de llover, las historias que un abuelo le cuenta a su nieta viajando en un micro, en el metro, en un trole que va lento y suave.

Vendrás en ese avioncito que llevo esperando desde hace meses...apenas visible en la inmensidad del cielo. 

El primer encuentro será de madrugada. La ciudad dormida, cuando sueña ser lo que fue antes: un lago rodeado de cerros. Tranquila, ligera; porque para que exista el caos debe existir el orden. Luego amanece y se transforma en el monstruo difuso y mágico que de a poquito conquista el corazón. 

Pero no te asustes, si ya me conociste, entonces también ya la conoces. No en su totalidad, no en su diversidad... pero sí en la versión que más me gusta. Mi querida ciudad, la Ciudad de México.

No puedo esperar ya para abrazarte, para añadir nuevas foticos al album de mi cabeza llamado Maria Paula. 


2 de septiembre de 2015

El murciélago te recordó mientras volaba a su casa

Llueve y la ciudá se despelota. Es verano, es septiembre. Las banderas tricolor comienzan a pintar las (inundadas) calles. Con tantas cosas por hacer no queda tiempo para soñar. Bueno, sí... a ratitos. En el metro, esperando la micro, aburrida en clase. Soñar con un hubiera, con un sábado libre, con tus manos grandes como canoa para navegar esta ciudad. Soñar un beso nocturno, un cielo despejado y tiempo para poder quedarme mirándolo acostada en el pasto. 

De pronto despierto. Me quede dormida en el metro y me pasé dos estaciones. Mierda. Tendré que tomar un taxi colectivo para llegar no tan tarde a clase de nahuatl. 

Tzinaka omitzilnamik chika opatlan ichan.. ¿kanin tika, nomiston?



29 de agosto de 2015

En el centro de la soledad




"El descubrimiento de nosotros mismos se manifiesta como un sabernos solos; entre el mundo y nosotros se abre una impalpable, transparente muralla: la de nuestra conciencia"
- Octavio Paz, "El laberinto de la soledad"



Ciudad de México, Centro Histórico



El ombligo de la luna. El inicio y fin de esto que nos han hecho creer que somos. Hijos de quiénes, de aquella sangre medio borrada, medio enaltecida que duerme debajo de los edificios barrocos. Pasado mítico. Hijos de quiénes, de esta lengua con la que te hablo, con la que estructuro y nombro el mundo… venida del otro lado del mar.

Suenan a lo lejos los tambores; neomexicas inventando lo que creen los hace fieles al pasado. Al mismo tiempo bailan las campanas de la Catedral, llamándonos a esa tan esperada salvación. ¿Salvación? Nuestras almas no sabían de pecado y ahora tienen miedo a la oscuridad. 

Tú y yo en el ombligo de la luna, inundados de noche. La noche… ¿Está dios dormido o es que Tonatiuh lucha por atravesar el mictlán y salir triunfante otra vez por el oriente? Nostálgicos de lo que no vivimos, de esa memoria que nos hace ser nosotros mismos. Como salidos de un cuento. Cierro los ojos y navego en tu cabello alborotado, en tu cuello, en tus labios mudos de palabras. ¿Quién eres, quién soy? “No importa”, me responden tus labios con el tacto. Lo sabré cuando despierte del sueño, con la luna creciente en el recuerdo: tu sonrisa nocturna.



22 de agosto de 2015

Mon petit chat

A un río...


Pequeño gatito, ven. Acomódate en mis piernas. En mi abrazo no tendrás más miedo. Duerme conmigo. Soñaré que soy la mujer más valiente del mundo y tú soñarás que caminas en la playa. Nos encontraremos en el sueño, pero al día siguiente no lo recordaremos.

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Me reflejo en el agua, me reflejo en tus ojos. Eres río que corre simple, que sonríe natural. Como la ciudad despertando, como tomar un café instantáneo en el estacionamiento. Con los ojos bien abiertos, con las palabras claras. Qué abismo te separa de las telarañas que me apresan el corazón: el poeta que de tanto tejer palabras quedó preso en un poema. Me miras y sonríes. Simple. Con tus manos grandes me ayudas a deshacer los nudos... sanas mis heridas.

Pequeña luna entre tus brazos.

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Las calles del centro, el amanecer, la mañana entra de a poquito en el corazón. Como perderse en tus ojos. Uno, dos, tres segundos. Ojalá un instante se pudiera extender como chicle. Tan largo como quisiera. Hasta que se rompa. Hasta que la mañana se acabe y de pronto, llegue la noche.

Luego me acuerdo que todos tenemos un pedacito de oscuridad adentro y me tranquilizo. Cada que me besas sucede un eclipse solar: cierro los ojos, se hace de noche y alcanzo a mirar las estrellas. Luego vuelve a amanecer y ahí estás tú. Cálido. Como si sólo hubiese pasado un instante y no un viaje espacial... especial.

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Tengo tantas ganas de ti. Una dosis fuerte. Como cuando el café hace efecto, como el mezcal atravezando la garganta, el estómago, la cabeza. Borracha de amor, de desespero... las calles llenas de enamorados. Tú no estás aquí. Café con leche, así te gusta. A mi no mucho. Lo prefiero americano. No muy cargado. Si estuvieras aquí no haría falta ponerle azúcar. 

Dónde estas corazón. En las calles nocturnas vacías del rumor diurno que tanto me recuerda a ti. Por qué te tenias que ir de mi sueño... cuando todo comenzaba.

"No te pierdas. Si encontrarte fue difícil, reencontrarte será imposible".

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Lanzo un barquito de papel... río abajo. Le escribí encima algunas palabras que guardaba mi corazón. No es un mensaje, más bien son letras viajeras en búsqeda de nuevos rumbos. Qué tristeza verlas partir. Pero es preciso... ¿Recuerdas? Para nacer hay que morir primero. Y yo morí cuando miré el atardecer en tus ojos (mi propio reflejo). Mon petit chat. ¿Por qué las cosas no son fáciles? ¿Por qué desperté antes de que amaneciera? ¿Por qué no puedo negar la noche que me inunda el alma? 

"Al final eres como el atardecer. Sólo duras un instante".

Ricardo-Río

3 de agosto de 2015

En un sueño, quizá

A un amor de adolescencia

I
- ¿Dónde estás?- Hablaste por el teléfono, el ligero lazo que nos une a pesar de estar a pocos minutos de camino. 

Dónde, tan lejos de ti, de tu mundo. Encerrada por voluntad propia, en un frasco de miel (vieja, hecha piedra), recluida después de haber tocado uno de tus sueños. Tu expresión al dormir me dijo más de lo que te conocí en 2 años despierto. Pero al verme descorrer las empolvadas cortinas de tu corazón, tu miedo pudo más que la confianza y alzaste entre nosotros una nueva muralla china en la que escribiste un grito de ayuda disfrazado de palabras vacías, indiferentes... y yo sin saber hablar tu lenguaje.

¿Dónde estás en este preciso momento? ¿Dónde estoy? En la biblioteca, escondiéndome de mis sentimientos sin imaginar que en 3 minutos estarías aquí, descubriendo rápido el lugar que tanto tiempo me costó encontrar.

-¿Cómo se resolvía este problema?- Dices señalando uno de los muchos ejercicios de la clase de matemáticas, a unos minutos del examen final.

II
Son los restos de amaranto en tus labios. Son los últimos rayos del sol en tu cara. Soy yo, encerrada en tu abrazo. Abro los ojos, la ciudad bajo nuestros pies. El tibio calor en el pecho que me dejó ese sueño. Eres tú, llevas en tu nombre la señal. Tu silencio, tu extraña sonrisa, el beso que posaste en mi mejilla (para todos común, pero para ti... no). Mis ganas de acercarme, de desenmascararte, robarte esa molesta cordura que mantiene tus ojos abiertos.

III
Puebla.
Sólo bastaba una mirada. Desde que te conocí lo supe: las palabras no son tu fuerte. Por eso esperé a que tus ojos lo dijeran... Hace frío y no me abrazas. Tal vez tienes miedo, como en esos días de clases de física, inglés y filosofía. Mis cuadernos, tus dudas. Los pasillos bulliciosos, mi soledad. 

Tú y yo en el atrio de esa iglesia, rodeados de ángeles. Es mágico, ese dios ensangrentado que veneras inclinando la cabeza cuando pasas frente a él. Yo tras de ti, perdida en esas imágenes oscuras, extrañas, terroríficas. Una niña tras tus pasos. Un día me enseñaron todas esas oraciones, pero las olvidé. 
Como si me leyeras el pensamiento continúas caminando hasta que se acaban los viejos portales poblanos invadidos de comercios transnacionales. No me miras, no me tocas. Comienzo a sentirme estúpida por seguirte, sabiendo que no me espera nada; quizá un café, una descripción de los últimos años y un abrazo de despedida. Fue en ese instante que paraste tu andar y te volteaste a mí. Sentí esa, tu mirada. Era la noche, las voces acalladas en el pasado, tu ciudad que en ese momento se convertía en mía. El cielo poblano de estrellas, los ojos de tu dios cerrados. Una parte de tu máscara se rompió, decidiste quitártela. Nadie se dio cuenta, solo yo, que te conocía a pesar de la distancia. En un sueño, quizá. Carlos.



15 de julio de 2015

Un año después...


El cielo azul, los cerros verdes cercanos. Los taxis amarillos, los edificios de tabique naranja-café. El asfalto gris, las sonrisas de Aldo y Carolina doradas como el sol al atardecer en Bogotá. El primer día. Café, arepaehuevo, unos croisants hijoseputa chiquiticos y deliciosos. Una torta colombiana (tan distante de una mexicana) con agua aromática.  

Momentos memorables, momentos pendientes. Hoy hace un año volaba por primera vez en avión... a Colombia, sin saber que a la vez volaba hacia mi interior. 










Nos volveremos a encontrar, volveré a ti. Espérame con los ojos bien abiertos... tus bellos ojos de poeta. Querida Bogotá, no me olvides. 



12 de mayo de 2015

inundación

Llueve y parece que a la ciudad le da nostalgia recordar que un día fue lago. Llueve y parece que  no hay un solo lugar vacío. Es de noche y todo se mira azul marino. Las luces se opacan en unos ojos miopes con los lentes empañados. 
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El idílico sueño de tenerte junto a mí se desvanece: hielo en el sol, caramelo en tu boca, luna menguante. Espero sentada en el suelo. Mis pies mojados, tú no llegas. Estoy casi segura que no entendiste el mensaje. Y aun así espero: una espinita de esperanza que me mantiene aquí, en una estación perdida del metro. Tu mirada ingenua, tu sonrisa nerviosa, tus labios tranquilos. Pero no llegas, se hizo de noche... al parecer no pudiste (ni podrás jamás) decodificar mis palabras.
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Carlos vive con la ilusión de comprarse una moto. Cada que pasamos por uno de esos aparadores brillantes él la busca... y cuando la encuentra sueña que atravieza la ciudad junto a ella. Yo lo miro divertida, pensando en mi interior que en días como estos le serviría mucho más una pequeña canoa que la moto de la que se ha enamorado...
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Todo acabó donde inició: en primavera.

23 de abril de 2015

Pedacitos de cielo

Distraidas, tus manos delineando el cielo. El viento, el pasto. La primavera que emana de tus ojos. Hay límites definidos, hay límites difusos; nubes borrosas y bien formadas. Tú y yo pertenecemos a la incertidumbre, a lo efímero de una tarde mirando el cielo. Son las 5 y luego anochecerá. Y volverá a amanecer. Desaparecerás y luego, tras una suma aleatoria de días me escribirás una carta de pocas palabras. Yo, ya me conoces, soñaré con esa carta, ese pedazo de papel casi silencioso que se transforma en un largo poema. 


Soñaré con el cielo más despejado en la historia de esta ciudad. Sin contaminación, sin edificios altos, y brillantes, sin ruido ensordecedor. El cielo completo, intenso. Certero..... infinito.

Pero despertaré antes de tiempo, en la madrugada de una ciudad que no descansa. De vez en cuando un carro a alta velocidad, un avión que aterriza... y otro y otro. Esa lucha tonta que hemos emprendido contra la noche: las calles iluminadas, las casas iluminadas, los coches iluminados. La noche no existe, para verla uno tiene que cerrar los ojos. No queda de otra. Luego comienzan a cantar los pájaros y descubro en mi garganta todas esas palabras que no dices y que solo encuentro en el sueño. 



Pedacitos de cielo, de palabras, de noche, de amor. Los voy tejiendo, los voy guardando. Me visto con ellos para vivir en esta mi casa, mi ciudad...

17 de febrero de 2015

#7 Sábado (mágico)

I
La vida se mide por sábados. Los acontecimientos importantes, los encuentros, las ausencias. El mundo comenzó y acabará en sábado. Todos son diferentes según los ojos y las narices de quienes los viven. Hay a quienes los sábados les huelen a browni y a vainilla, a hojas en blanco, a lata de cerveza vacía, a pasto mojado... 

El último sábado en Manizales olió a feijoa. 

II

El recuerdo de unos ojos profundos. Justo antes de partir. El cielo que no encuentra fin, las calles, las historias, la ciudad que se me coló en el corazón. Bogotá, del sol a la luna. Los últimos momentos, las cosas que viví, las que no viví, las que soñé vivir a tu lado. Todas revueltas en cinco horas de viaje. 

Corazón querido, no me olvides.


III
Uno no elige de quién se enamora. Eso se va metiendo en el corazón poco a poco. Cuando te das cuenta estás ya inundada. En mi caso, de sus pecas.

El horizonte, lleno de montañas me recuerda a un mar que nunca he visto, que sólo he soñado en tus ojos. Quisiera salir a caminar contigo, comer pizza, comida mexicana de verdad, un sancocho. Dormir un ratico en la buseta, a tu lado. Como si tuvieramos toda la vida, como si yo no me marchara nunca.

Es demasiado cielo para tan poca tierra. Son tantas las veredas de tu piel que dudo conocerlas todas. Eres tan profundo, tan azul, que nunca tocaré el fondo de tu esencia. Acaricia mi cabello, bebe mi sonrisa de un sorbo; emborráchate de mí. Los últimos colores del sol se esfuman en tu piel: mi horizonte hoy es tu espalda.

IV
El cielo despejado cubre el mundo. En sus últimos minutos de existencia, el sol acaricia con su luz el límite de las montañas. Rosa, amarillo, naranja. Perdido en el espectáculo, a lo lejos, un avión. Lo veo y el corazón comienza a latir emocionado. Imagino que en ese avioncito vas tú. Miras por la ventana la ciudad y dices: "Uy, esta vaina es regrande". Entonces me dan ganas de correr, coger el metro dirección al aeropuerto, y recibirte con un abrazo fuerte. Te llevaría a que probaras la primera cosa que comí al regresar: un taco de chorizo con (poquitica por ser para ti) salsa verde.  


V
Espero, con todo el corazón, que la próxima vez que nos encontremos sea en sábado, sábado mágico con olor a feijoa...